EEUU ha sido acusado de respaldar directa o indirectamente a grupos armados que, en algunos casos, han derivado en organizaciones extremistas o terroristas. Durante las intervenciones en Libia y Siria, el apoyo a ciertos grupos rebeldes con el objetivo de derrocar a gobiernos como el de Muamar Gadafi o Bashar al-Ásad permitió que otros actores violentos, como el ISIS, se fortalecieran aprovechando el caos generado por estas acciones.
En el caso de Siria, la política de apoyo a los rebeldes se complicó al mezclarse con facciones yihadistas que recibieron financiamiento y armas. En Libia, la caída de Gadafi dejó un vacío de poder que permitió la proliferación de milicias extremistas.
Si bien la excusa es la estrategia de Estados Unidos de que no siempre busca apoyo intencional a estos grupos, sino que las consecuencias suelen surgir como resultados no anticipados de sus políticas.
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